jueves, 10 de marzo de 2011

Camino al Atlántico


Ya se presiente el verano a pesar de la lluvia pertinaz y del frío matutino. Percibimos su llegada en el sol que se atreve a mostrarse, a media mañana, luchando con las nubes y en el atardecer que poco a poco se retrasa. Afortunadamente queda menos para, ligeros de ropa, caminar por las pasarelas de madera del Paraje Natural de Los Enebrales, entre las distintas tonalidades de verde del pino, de la retama y del enebro, y llegar al profundo azul de nuestro océano.

Nada mejor que tumbarse en la arena caliente (nada de toallas) y olvidarse de la opresiva vestimenta que ahora mismo llevo puesta. Kilómetros y kilómetros de playa a derecha e izquierda; en la cercanía, Punta Umbría, paraíso estival y refugio invernal en el que olvidarse al menos cuarenta y ocho horas del blablablá diario; más lejos, hacia Poniente, la costa alargándose hasta Portugal.

Y muy cerca, tras un agradable paseo por la orilla, la playa de la Bota, desde la que podemos dejar correr la imaginación y viajar en el tiempo hasta el 30 de abril de 1943, día en el que José Antonio Rey, un pescador que estaba faenando cerca de la orilla, descubrió un cadáver flotando. Este hecho significaba la puesta en marcha de la operación Carne Picada, el mayor engaño de la II Guerra Mundial por el que los aliados convencieron al gobierno alemán de que estaban organizando un gran desembarco en Grecia que, finalmente, se produjo en Sicilia. Os aconsejo que, este verano, plantéis la sombrilla frente al mar y devoréis el magnífico libro que sobre este hecho ha escrito Ben Macintyre: "El hombre que nunca existió. Operación Carne Picada".

Aunque también lo podéis leer ahora mismo. Pero con la estufa bien cerca.

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