lunes, 7 de marzo de 2011

Rojo y verde, un paisaje excepcional



Recuerdo la primera vez que lleve a mis hijos al río Tinto. Era un día deslumbrante de primavera y la luz del sol penetraba el agua y explotaba en una espectacular amalgama de colores. Una poza de poca profundidad había tomado una tonalidad increíblemente dorada y Rocío y Pepe, que entonces no llegaban a los seis años, gritaron maravillados: ¡Un río de oro!. Desde entonces, y ya han pasado más de siete años, la visita al río de oro se ha convertido casi en una obligación que hay que cumplir ineludiblemente. Además del oro han descubierto el rubí en el rojo intenso que da nombre a la corriente, la esmeralda en el verde que enmarca sus riberas y el zafiro en el intenso azul de un cielo que derrama toda su luz sobre un paisaje único en el mundo.

Si quieres sentir la soledad y los colores de un mundo primigenio baja del coche y ponte las botas; deja que se manchen de barro rojizo, que se impregnen de olor mineral, que se humedezcan de esas aguas casi alienígenas. Siéntate en una piedra en mitad del cauce y dejate envolver por el murmullo del agua. Te aseguro que olvidarás esa ciudad tan cercana pero tan lejana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario