jueves, 24 de marzo de 2011

Frontera de agua


Finales de los 80. Han pasado bastantes, por no decir muchos, años pero aún recuerdo aquellos fines de semana en Sanlúcar de Guadiana. Pasaban lentos entre paseos camino de la ribera, sustanciosas calderetas y alguna copa que otra en la rebotica.

Navegábamos temprano desde Punta Umbría y, con la mar todavía inmóvil, enfilábamos la entrada al río Guadiana, dejando a babor Vila Real y a estribor Ayamonte. Subiendo empezábamos a sentir de frente el calor que, pegado al cauce, bajaba desde las tierras andevaleñas, mientras desaparecían del agua las últimas medusas empujadas hacia el agua dulce por la pleamar.

La orilla portuguesa, baja y habitada, se oponía a la española, elevada y apenas ocupada por pequeños núcleos como El Romerano y Puerto Carbón. Mas allá de Sanlúcar, los restos imponentes del Puerto de la Laja nos hablaban de tiempos de esplendor mineral. Y todavía más arriba, si eras muy lanzado y aprovechabas grandes mareas que invadían el río podías llegar hasta la imponente ciudad lusa de Mértola. El problema es que esa incomparable visión la pagabas, a veces, con una hélice del barco medio destrozada por los golpes contra alguna roca traicionera.

Después de navegar no había nada mejor que una cerveza en Alcoutim si Gaspariño tenía a bien pasarte a la otra orilla. Enfrente, Sanlúcar se reflejaba en las aguas mientras que en un  velero con bandera sudafricana sus tripulantes tomaban plácidamente el sol.

El sábado y el domingo ae iban diluyendo poco a poco hasta que tocaba la hora de embarcarse para volver a casa.

Después de veinte años sigo navegando por el Guadiana. Apenas ha cambiado el paisaje pero echo de menos las copas en la rebotica.

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